Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

jueves, 4 de agosto de 2011

696.- VÍCTOR MIGUEL GALLARDO BARRAGÁN


Víctor Miguel Gallardo Barragán (Granada, 1979), es prosista y poeta a partes iguales, además de diseñador gráfico, editor, crítico de literatura fantástica y licenciado en Historia. Su primera antología de relatos, Línea 1, apareció en 2003 en la Colección Monosabio del Ayuntamiento de Málaga. Ha publicado relatos y poemas en varias antologías y en revistas tanto en papel como en formato electrónico. Desde enero de 2006 es, además, Presidente de la Junta de Pórtico, Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror.





Cyberpunk

uno el niño se mece dos atraco un banco en Monterrey tres cabalgo
con el Séptimo cuatro descubro el Pacífico cinco

La vida de otros
siempre la vida de otros

el Vesubio vomitando dieciséis disparo desde Sigfrido a un enemigo
que no existe diecisiete soy a la vez padre, madre e hijo dieciocho

Implante neuronal, trifase,
electricidad golpeando las sienes,
miedo, y hastío, y
el (infinito)
poder del que se sabe omnímodo
incontestable
superior

y nueve me nombran gobernador de Próxima Centauri cuarenta
soy el protagonista de Casablanca cuarenta y uno me pegan un
tiro en Bangalore cuarenta y dos muero nazco vuelvo a morir me
reencarno en dios me reencarno en serpiente me reencarno en
una mota de polvo cuarenta y tres

Siempre la vida de otros
convertida en mi propia existencia
La sonrisa siempre en mi rostro
Mi rostro siempre absorto en
la (infinita) electricidad
que recorre mi cabeza
Mi cabeza siempre a punto de estallar
Mi voluntad siempre presta
para apurar las nuevas sensaciones

63mil ochocientos cuatro soy una molécula mil ochocientos cinco soy
el pilón del Teneré mil ochocientos seis soy la puta favorita de Nerón

mil ochocientos siete soy
Y acabo por no ser nadie
Y acabo por agotar
hasta la más remota posibilidad
Y acabo por ser consumido por
el vacío, por la irrealidad, por
la incontestable y superior certeza
de que (desde tiempos remotos)

ocho mil setecientos no soy nada ocho mil setecientos uno no soy
nada ocho mil setecientos dos

yo
ya no existo








El turista accidental

Después de asesinar a nuestros dioses
nos lanzamos al hiperespacio,
frontera perlada de amaneceres imaginarios
de plasma
de neón
mil veces revisitados en los sueños
de tontos y sabios de nuestra estirpe.

Cabalgamos en vientos solares, redefinimos
lo singular; lloramos
al ver partir al amigo, al hermano,
rumbo al frío de mil años
y al despertar en mares de magma
inhabitables, dolorosos.

Nos maravillamos como niños
con lo insondable e inhóspito.
Entonces los encontramos.
La sonrisa y el asombro
aún brillaban en nuestros ojos.
Todavía lo hacían el instante anterior
a la venganza de los parientes humillados:
una nueva criatura estelar, rebelde,
había dejado de existir.
Los dioses de nuestros padres lloraron.








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