Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

sábado, 23 de julio de 2011

626.- JESÚS TORTAJADA


JESÚS TORTAJADA (Sevilla, 1954) ha publicado los libros de poemas Un invierno llevadero (Sevilla, El Mágico Íntimo, 1985), Malosdías (Sevilla, La Zaranda, 1997) y Un buen traje (Sevilla, Renacimiento, 2003).
En 2008, obtuvo ex aequo el premio de poesía Ángaro, convocado por el Ayuntamiento de Sevilla, con el poemario Ruegos y preguntas (Sevilla, Ángaro, 2009).
El crítico y poeta Manuel Gregorio González, nos advierte, en las páginas preliminares del libro, de que en la poesía de Jesús Tortajada "se decantan, a un tiempo, una vaga sospecha y una tenue esperanza: la sospecha de que el hombre sea irrelevante, quizá accesorio; y la esperanza de que, a pesar de todo, exista alguna forma de perdurabilidad, una sutil urdimbre de pequeños actos y hechos misteriosos que otorguen profundidad y sentido a nuestras horas".



Ruegos y preguntas, de Jesús Tortajada, obtuvo el Premio Ángaro 2008 (Sevilla, Colección de Poesía Ángaro, n.º 147, 2008).



A mi madre


A Jorge Manuel de León




Estamos más íntimamente unidos
con lo invisible que con lo visible.
Novalis


Lo infinito va por dentro,
lo limitado por fuera.
Veces hay que hasta lo eterno
necesita una apariencia.
Manuel Altolaguirre


(...) mira esa casa: no del todo vacía.
Casi peor. Con un solo inquilino.
Trapiello
(de El Mismo Libro)



REUNIÓN


CONVOCATORIA

Llaman los goterones, como un timbre,
y les abro la puerta y las ventanas;
entra la lluvia y queda
en rellamada el alma.


SEGUNDA CONVOCATORIA

Que venga el ser que rige mi existencia,
que venga..., ¿por qué está siempre en la calle?
(o aún desayunando o ya ha salido)
y he de esperar a que por fin regrese
y cumpla su función de darme auxilio.
Sabe, de más, el saldo que se encuentra,
en nada se ha de sorprender pues tiene
cumplidos datos -pelos y señales-
del actual estado del pasivo
-ese soy yo-, del déficit que arrastra.
Que venga y que administre los escasos
recursos que me quedan: poca fe,
confianza ninguna, y eso es todo.


REUNIÓN

Hoy he cogido el frío de la calle,
del incipiente témpano que asoma
su blanco desvaído por los charcos,
y he dejado mis pies, como recuerdo,
marcados al pasar sobre la escarcha.
Y, armándome de un poco de valor,
he bebido en la fuente cristalina,
colmada, rebosante y he dejado
también la impronta de mi sed, el lecho
-como una huella sobre el agua clara-
de labios ya saciados. Y, además,
he cogido de golpe el vaho del aire
-si alguien me vio, creyó que me abrazaba
a la gélida sombra de mi cuerpo-.
Recuerdo que se oyeron unos ruidos,
como carros bajando de la altura
(es el rumor que el aire a veces lleva
con más intensidad sienes adentro).
Y un concierto de tensos contrabajos
tocaba la tristeza, y el solista
la soledad tocaba -esa es la música
intravenosa y queda de la noche,
para que nada se oiga y nada suene,
que oía en mi interior- mientras los árboles
lloviznaban sus hojas en el suelo
y los vencejos iban y venían
como si algo buscaran por la niebla.
Haciendo el cambio, el turno de las luces,
de mí se despedía un rostro oscuro
que a claridad tornaba. Y, por coger,
coger, he recogido hasta la luz
de su embrión, gestada en los albores
-es una luz pequeña que amanece
tras varias contracciones- y mis ojos
fueron sábanas llenas de remiendos.

Yo he querido reunirme con el día,
cogerlo en brazos, recibirlo in albis
(que es no saber bien el por qué de nada).


LUGAR Y HORA

Un transistor algo costroso y viejo
me hace sentir abrigo con las músicas,
noticias, sintonías y coloquios
banales que de fondo van sonando
-parece que me abrazo con mis propias
manos, en un abrazo de los de antes-.
Y encuentro un espectáculo a la vista:
sentado en el banquito me aproximo,
como si fuera un pájaro que pasa
atravesando la ventana, oscuro
también como una sombra entre las ramas
del árbol, al trasiego de estas calles
que se han llenado en nada de un tumulto
tan sólo comparable al que recibe
la pobre alcantarilla de hojas secas.

Un sitio ecléctico que siempre ofrece
refugio y hasta puedes escuchar
la voz de la conciencia -ocupa, igual
que el pan, la servilleta, los cubiertos
o el mismísimo plato, su pequeño
espacio y, desde luego, adquiere el mismo
nivel de displicencia que cualquiera-.
Es conveniente hacer una visita
al menos una vez al día, siendo
imprescindible a solas y sin prisas.
Y la hora más idónea es esta: cuando
los pájaros terminan de piar
su algarabía o su tragedia (siempre
me ha dado que pensar el alboroto,
tanto revoloteo..., suena a raro...,
se deben de acostar como Dios manda)
y las luces se van de los cristales.


CONTROL DE ASISTENCIA

El paso de un avión dejó una herida,
digo, un rastro rojizo (y de las malas)
en el cristal de la ventana.
Aquella
tarde cualquier cosa formaba parte
de ese siniestro haber del mundo.
El sol
bajó con mucha prisa al horizonte,
como un cigarro sobre su ceniza
se fue apagando.
Y, aunque no se ha visto
nunca un presagio tan cruel como este,
se vistió lentamente con un hábito
de rafia la ventana.
A duras penas
los últimos reflejos esparcieron
-ya pobres de por sí- como unas manchas
de luz en las losetas
(tan cumplido
es siempre el sol que nos hacía ver
su habitual promesa y su disculpa).

Un aldabón sonando era la noche,
pues se notaba, a leguas, en lo oscuro.
Y, dando todo por zanjado, hizo
su entrada el frío y también la umbría:
asistió la tristeza en su apogeo.


ORDEN DEL DÍA

Aquí pongo el afán, aquí el empeño,
aquí la condición y amontonada
(es como suele estar) la voluntad.
Y estos baúles ¿dónde los pondré?,
son del recuerdo y pesan como un muerto.
¡Vaya por Dios!, ¿dónde estará el futuro?,
pero si andaba por ahí rodando,
muy lejos no ha podido irse, igual
lo he metido en un sitio equivocado
sin darme cuenta. Miraré en la duda
antes que nada y luego en la ansiedad
-son dos cajones estrechitos, aunque
de mucho fondo-, o bien en el desvelo
o, a lo mejor, lo puse en el altillo
del horizonte, como hay tantos chismes...,
(menuda jugarreta está gastándome).

Y eso que soy muy ordenado, nunca
le pierdo el rastro a lo que me interesa
y, sin embargo, ¡fíjate!, el mañana
se me resiste como si quisiera
mofarse, a estas alturas, de un chinchoso
conservador de sensaciones: hábil
afinando las músicas perdidas,
o bien, recuperando los sabores
y olores (pestilencia y malos tragos
en general) o, incluso, restaurando
algún latido suelto -que se precie-.
He de ordenar las cosas, ya es urgente
poner al día todos los asuntos
y el aluvión de nervios, de miradas,
de toses, de salivas, de suspiros
y hasta ese pujeteo aislado -sin
que me lo note nadie- que conllevan.
Sencillamente estructurar un poco
el alma, hacer repisas nuevas dentro
del corazón. Ir por el trompo, por
las brocas, los espiches, los tornillos
y un buen nivel fiable que compense
y ajuste tantas válvulas, que evite,
en el momento de llegarle el peso
-un peso tan descomunal como este-,
que me desangre a chorros sin remedio.


QUÓRUM

Curioseando, hurgando entre las horas
de siesta, los prismáticos me brindan
unos primeros planos: se presenta
el mundo en su esplendor y en su crudeza,
con filtros de una realidad distinta
-la mía es un salón casi en penumbra-
que me sorprende y me revela todo,
como la proyección de un corto para
mis ojos solos, ávidos y atónitos.

Mas ¿qué estaré buscando?, me pregunto,
¿es la vida alejada, como siempre,
la propia vida que a sus anchas campa
en las afueras -tras las mismas lindes
del cuerpo-, por antiguos andurriales,
acostumbrada ya a dejarme a un lado?

Sobre los cables del tendido eléctrico
descansan unos pájaros su vuelo.

Ajusto la visión hacia los árboles
-las copas se suceden con verdores
de gama deslumbrante- y los prismáticos,
al fin, después de atravesar el aire
y de chocarse en varias ocasiones
con el cielo, descubren que, a su modo,
esas aves me entregan el mensaje.

Así, con tanta sencillez, quizá
esté buscando descansar mi vida.


MEMORIA DEL EJERCICIO ANTERIOR

Estoy andando mal, descompensado,
a punto de volcar mi corazón
en esa pronunciada esquina tuya,
por donde acecha el vértigo esperándome.
No guardo un equilibrio natural,
no soy capaz de enderezar el rumbo
-será una sobrecarga de latidos-
todo mi ahínco pongo en este tramo
de duda y de sospecha.
Mas ha volcado,
ha dado varias vueltas de campana,
de válvulas abiertas permanece
en medio de mi cuerpo y sin poder
volverse ya -recuerda a una tortuga
patas arriba-.
Nada me ha valido
el prepararme..., echarme fijador,
lograr que esté pasable el atuendo
que al fin me ha convencido, el cepillar
con tanto esmero los zapatos, nada,
o incluso el arriesgar gastando más
de lo que tengo -en todo yo había puesto
el corazón-. De nada me ha valido.


INFORME SOBRE EL PRESUPUESTO

Pero alguien irrumpió diciendo en alto,
levantando la voz más de la cuenta,
"Lo que me corresponde, sólo quiero
eso, que se me reconozca al menos
y que con letra bien clarita quede
en acta, por mi turno, recogido.
Y si en perder he dado buen ejemplo,
mostrándome como un especialista
entre vosotros, hoy -vacío de cosas,
sin un claro de luz que echarme encima,
ni una minúscula razón que aliente
o dé color a mi existencia- llamo,
en este punto, la atención del pleno..."

Con una voz tan honda e inquietante
que resonaba en los adentros llena
de queja y de disculpa, según fuera
reproche o comprensión lo que tratara,
mas de una lucha interna parecía.

Y el comunero prosiguió diciendo,
con la altivez del que habla casi a oscuras,
"En acta constará este patrimonio:
la soledad extrema; tanto hastío
abrasador; el desconsuelo intacto;
la desazón que avanza por momentos,
cuerpo a través, al sitio de mi espíritu..."

Si alguna vez, sin que lo esperes, llega
la citación de tu comunidad,
no has de faltar, aunque te pida el cuerpo
hacer cualquier cosa mejor (quedarte
sentado en el sofá haciendo deporte,
zapping -es una disciplina para
musculación de los pulgares-, por
ejemplo), pero no puedes faltar.
Pues el cuerpo social, cuando convoca,
quizá sea de urgencia y en el limbo,
tan ricamente, estés al enterarte.

Y terminó su intervención, ya casi
sin énfasis, "Los bienes que hoy aporto
al presupuesto ruego sean como
partida atípica incluidos. Y, aunque
os suenen a perder entre vosotros,
son bienes de valor incalculable
para, por fin, llegar a conocernos,
para poder saber quién habla y quién
vive en el interior de nuestro cuerpo".


PROPUESTA

El templo es la azotea de una casa
de mediados del siglo diecinueve
(se aprecia la nobleza y dignidad
de templos construidos a conciencia,
los de esa época difieren mucho
de los que ahora se hacen tan vulgares).

Camina con empaque antiguo, como
si a cada paso un rito se cumpliera,
y su cabeza, de milagro, evita
las pinzas de la ropa del alambre.
Sabiduría emplea en su ademán
solemne sosteniendo un libro (debe
de ser sagrado, por lo menos) con
las pastas negras, menudito y de un
tamaño poco más que de bolsillo,
pero teniendo en su interior ese algo
que eleva entre las manos hacia el aire,
a libro abierto, como proponiéndole
al alma que atendiera la lectura...,
mejor, que meditara y se aplicara,
sumisa, a los dictados de los textos.
La ceremonia, en parte, la oficiaba
detrás de un lavadero (eso deduje
al ver que interrumpía sus absortos
paseos dirigiéndose, a intervalos,
a tal lugar) y, por encima justo
del tejadillo, el casco de su calva
resplandecía con fulgor impropio
(o eso me pareció a mí que era).
Iniciando un trajín protocolario,
sobre ese altar austero y tan sublime,
alzaba, arrodillábase y oraba,
con la fidelidad del que responde
a sus propias palabras, por el alma.
Para después volver sobre unos pasos
parsimoniosos, sobrios y elegantes.
Celebra con rigor -nada improvisa-,
es su casulla un batín burdeos
y en los oídos los auriculares
reproducían -digo yo-, seguro,
los cantos gregorianos apropiados.

Era un pretil, al gusto de la época,
el que impedía ver la integridad
de tan sui generis vecino. Estuve
sólo dos días en aquel hotel
de Córdoba la llana y aún recuerdo
la elevación que en todo me produjo
-tras el cristal de la terraza apenas
pude intuir mi verdadero rango.


DEBATE INTERNO

Ahora mismo estoy luchando, cuerpo
a cuerpo y en primera línea. Al frente
de un grueso ejército de dudas libro
el más feroz combate de mi historia
reciente. Y voy dejándome la piel,
como arrancada a tiras -son las últimas
preguntas- en un campo de batalla.
Y el enemigo por antonomasia,
el tiempo, que cruel y que valiente
se emplea sin siquiera preocuparse
de que en la lucha cae un hombre -ya
rindiéndose- de tanto darle vueltas
al drama (la cuestión de las cuestiones
que Hamlet debatió).
Pero estas lacras
tiene la guerra abierta entre el hombre
y la existencia..., él nunca espera oír
un toque de corneta vigoroso,
repetido, anunciando que se acerca
la ayuda salvadora, ni volver
la vista y comprobar que avanza el paso,
veloz y polvoriento entre las lomas,
de la caballería de la vida.


ENMIENDA

Hoy quiero oscurecer mis ojos, como
cuando me acuesto y me desnudo entero
de todas las miradas, ignorando
si aún latente permanece en mí
o está a mi alrededor la vida.
Quiero
que se abra el pomo lúgubre del sueño
y en esa estancia -donde empieza a entrar
un rayo oscuro- se despierte lenta
y fría (al mismo estilo de la nieve),
dispuesta a obedecer sin rechistar,
rehén del intercambio tan fatídico
que es el vivir, la ausencia.
Siempre a un rostro
de llamas le sucede, sin decir
por qué ni a qué es debido, sin que medie
explicación alguna, otro semblante
de témpano. Y así se cumple el ciclo
siniestro del vivir.
De esta manera
-mi propia voluntad dice a los párpados
que es hora de cerrar-, como un telón
bajando muy despacio y sólo a base
de la tiniebla, enmiendo yo la vida.


VOTACIÓN A MANO ALZADA

No sé por qué se me ha metido un dicho,
como un eslogan de esos que recuerdas,
certero y tan propicio en la cabeza:
"Que levante la mano el que se quiera
salvar". Esta llamada -casi un lazo
que, único y final, se ofrece a asirme-
resuena, a cada dos por tres, más alto.
Yo sigo haciendo cosas, ando y hablo
con todos, realizo mi trabajo
de forma habitual, siendo consciente
de que, en todo momento, permanezco
con la mano de mi alma levantada.




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