Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

martes, 19 de julio de 2011

583.- TOMÁS GARCÍA



TOMÁS GARCÍA
Aunque nace en Granada, en todos los papeles dice que su pueblo natal es Alcaudete (Jaén), un pueblecito ni grande ni pequeño en mitad de ningún sitio donde nuestro autor desarrolló los primeros años de su vida.
Después de eternizarse como estudiante de L.A.D.E. (8 años para terminar la carrera ya está bien solía decirle su padre), funda una ONG sin saber muy bien qué hacer y se dedica a tareas de publicidad y marketing que
compagina con la administración de la ONG y los negocios familiares que no atiende.
La poesía de Tomás Agustín García juega con el lector desprevenido. Bajo una falsa apariencia de simplicidad utiliza lugares comunes y dobles sentidos para anular la sintaxis y la gramática con el pretexto de suplantarlas.
De lectura endiablada, es recomendado por el autor memorizar los poemas y repetirlos durante tiempos muertos o en tránsito como si de obras musicales se tratase.



Prólogo

el amanecer de las formas
ese amanecer que recuerda a la nada
L.M. Panero

Creemos que hemos descubierto en una gruta maravillosos tesoros y cuando volvemos a la luz del día sólo traemos con nosotros piedras falsas y trozos de vidrio; y sin embargo en las tinieblas relumbra aún, inmutable, el tesoro.
M. Maeterlinck

No puedo ir ya contigo, Peter. He olvidado volar, y…
Wendy se levantó y encendió la luz: él lanzó un grito de dolor…
J.M. Barrie. Peter Pan

Nos quedan pocas opciones, se levanta uno a media tarde, si se levanta, y no hay casi nada, no mucho más que esta erección ostentosa proyectada, constatando y cercando, como la rayita que cruza de manera oblicua un circulo, formando el signo de vacío, así Æ , lo que nos colgaba en la soledad de la noche, elemento con configuración interfaz de funcionamiento irregular, mostrándonos lo que tenemos de naturaleza pétrea, inabarcable, imprecisa: qué real y lírica que es la biología, qué sutil e irónica. Meada matutina, peinado correcto, un café; las opciones circunstanciales, momentáneas, desde el yoga tántrico hasta hacer la colada, no son las opciones esenciales, las verdaderas, pocas, dos: elegir entre las horas perdidas imprecisas o la cierta efectividad de lo baladí, escoger entre la soledad de los largos pasillos o la erosión de la luces de neón, entre lo único y lo gregario, entre el arte y la banalidad.
Así hay obras que se presentan desde un principio como un viaje al fracaso consciente, como el desove del salmón, como el coito de la mantis, en algunos este camino sin retorno se puede manifestar en la destrucción de la persona (Sade) con el corazón de par en par sobre el légamo, en otros casos el fracaso conlleva a la destrucción del artista (Rimbaud) de cráneo desnudo; y a pesar de parecer una dialéctica recurrente, se la puede entender más desde la honestidad, infrecuente, que desde la efectividad y/o calidad de la obra artística, el resultado, ese juez implacable. Esta sinceridad contrasta así con el hartazgo de lo mediocre (dios, cuánta mierda) y la obviedad de los discursos artísticos tan trillados, aburridos, tan reconocibles como efectivos, con una eficacia mecánica, como de triste objeto fabricado en serie; pocas salidas quedan para ejercer la verdadera tarea artística que no sean desde esa honestidad, el rigor y compromiso con lo personal. Es muy fácil, ejemplos nos sobran, plantear una obra a rebufo de lo que se sabe, de lo institucional e institucionalizado, de lo que ya está ahí, instalado en el éxito, avanzando desde los caminos iluminados y pavimentados, sin aventurarse en los márgenes oscuros y confusos de la existencia; son estos márgenes los que generalmente conducen a la obra nueva, al arte con mayúsculas, pudiendo abrir así, a golpe de vida, vías originales y diferentes. Sin embargo, como el desove del salmón o el coito de la mantis, en la mayoría de los casos tan sólo queda un rastro de cadáveres: estos intentos conducen a la obra fallida, al experimento confuso, al fracaso, pero es en esta frustración en donde se instala la voluntad real victoriosa de ser artista, y no en el miedo tenso del eyaculador precoz, del impotente, del no estar a la altura, que lleva al tan frecuente arte clónico, a hacer lo que funciona, porque ha funcionado en otros, al simulacro, a la impostura que precede inevitablemente a la muerte. Este es el único fracaso verdadero como artista y debe ser el único miedo real del poeta.
A este respecto, ciertas y renombradas tendencias poéticas, ensalzadas por la crítica, e incluso el gran público, desde su vacuidad resultona, se nos muestran como ejemplos claros, salvo muy contadas excepciones, de esta mediocridad autosuficiente que sin embargo curiosamente se constituye, desde su planteamiento anacrónico, desde su presunta modernidad desfasada, en las corrientes preponderantes de los últimos años, con un sorprendente efecto de retroalimentación. A eso le podemos sumar las circunstancias puntuales en las que una ciudad como Granada, ciudad hermosa de desmanes que como decía Lorca, sigue poseyendo la peor burguesía de Europa, con su generalizada banalidad institucional, el ensalzamiento del inútil, con su monumento al mediocre (des)conocido, y los elementos jerárquicos de la poesía local, figurillas de un belén viviente, es decir, pequeñas, inmóviles, plastificadas. Obtenemos como resultado de esta operación un paisaje desolador, un páramo de limo untuoso, que alejado de la realidad se mira el ombligo, se recrea con su sola existencia y llega incluso a considerar la insignificancia como la principal de sus virtudes.
Estos parámetros son claves para entender como surge, frente a ellos, desde la antítesis y la ironía, una obra poética tan irregular como honesta y genuina, la de Tomás García. Los comienzos convulsos, particulares, de su obra poética se deben también entender desde un entorno definitorio, en las que García, como un estudiante Törless o un personaje de J.D. Salinger, intenta aprehender sus contradictorias circunstancias personales, acción que resulta reflejada en su obra joven , aunque la juventud, lo dice Villon citando el Eclesiastés, no es más que abuso e ignorancia. A base de grandes dosis de sarcasmo comenzó un poemario inconcluso, de título, Fusilar a García Montero, una muy evidente declaración de principios, a partir de la acepción coloquial de fusilar como copiar o imitar, y de su significado más literal, tan relacionado históricamente con la poesía granadina, plantea un juego irónico, crítico con la realidad de la mayoría de la poesía joven, limitada a seguir sin rubor y con marcial seriedad los pasos de los que triunfan en este mundillo. A diferencia de la poesía practicada en Granada mayoritariamente, las referencias de Tomás García a partir de entonces son una poesía más compleja, variada y visceral, menos tópica, experimental en ocasiones, que podríamos identificar puntualmente con Leopoldo María Panero, Pere Gimferrer, Karl Kosruth, Alberto García Demestres y también Louis Aragon o incluso Benjamín Pèret. Estas influencias junto con su propia personalidad peculiar dotan a su obra de un carácter genuino, alejado de la monótona y grisácea corriente principal de la poesía local. Hay también en la obra que tratamos un carácter general oscuro y triste, pesimista, heredado quizá del nombrado Panero, como siendo consciente de lo que decía Hegel, que la única conciencia posible de la vida es la conciencia del mal de la vida,
ya es hora,
que parecidas
son la muerte y la vida
para aquel que no sabe nada

De los surrealistas e incluso de los novísimos recoge numerosos elementos característicos y un cierto gusto por la experimentación formal e incluso léxica; del citado Aragon el gusto musical de Chambres , el ritmo, la estructura,
Alea blanca toda tu fortaleza derrumbarse en tumbos tristes
rajas clavos mal clavados, arañas, cortan las uñas
grita sangre, mía, los gusanos derretir pelos letra recordar
no va existir actualmente la jerarquía

[…], animales de compañía, no existe regla perfecta
en general, el éxito rígido palo de árbol quemado caído
de cabeza a los pies como una peonza, hueco cañería rota
por la escalera lisa araña oscura en la rosa de silencio

Y de su querido Pèret, entre otros, la iconoclastia, la provocación e incluso la más clásica blasfemia en algunos destacables poemas sacrílegos, de arquetípica apostasía, ideales en si mismos y en su sarcasmo, si fueran publicables desde su brutal incorrección. De cualquier modo algunos reflejos puntuales de esto existen en otras obras más políticamente correctas,
la iglesia católica rebuscar en la basura menor
leche blanca transferir líquido de vertedero

Incluso entre todos elementos formales encontramos jugueteos inadvertidos como colofones, guiños irónicos hacia la corriente de moda, la poesía de la experiencia, vaca sagrada, en su acepción más rumiante, de la poesía local, partiendo de esta, desde una visión crítica, dándole la vuelta, parodiándola en su futilidad mediocre, en su narcisista autocomplaciencia, pero a la vez siendo honesto con su biografía,
Yo creo destruir una regla
Leada reminiscencia uno punto real,

DISPONGO:
Enterrar el color de las rosas en las cenizas del mar […]
mi nada, mi juguete, las soledades de mi armario,
mi sucia ropa interior
el hedor insoportable de mis pies…

También el recurrente dramatismo existencial pasado por el tamiz del nombrado Panero, en la tradición de los poetas malditos, pero también acudiendo a lugares comunes, la imposibilidad quizá de sí mismo, el tópico hecho confuso de la existencia,

Con alas amputadas querré imaginar
Algo borroso desdibujado
Una raíz de algo que no existe
Algo que se olvida antes incluso
De despertar.

Y de este a un romanticismo palpitante de gran tradición lírica, las palabras los kilómetros, las sendas entrecruzadas, reconstruir los vanos anhelos como imagen ficción de si misma, recuerdos, sólo recuerdos,

Disueltos en masa sin peso
En un más vacío estado de revolución
Al margen de las armas
Abrazado en Silencio
A ti.

El poema es así también entendido como herramienta constitutiva del mundo, de un mundo irreal descrito tan sólo desde las palabras, desde las manos desvastadas que no existen; el poema como un milagro, como el orden justo del mundo como una cartografía de un país sin sombras, como una hoja de lirio, un perfil que todo vence, la proporción de cada cosa sobre todas las cosas, el límite de estas líneas; el poema también, desde el siglo XIX, entendido como lugar de hallazgos, lugar de reflexión o delectación, iluminación de objetos descubiertos, realidades, entidades que se nos muestran desde un lugar virtual, un espacio virtual en un tiempo virtual,

Al desfiladero donde
Todo pasa una vez cada segundo

Incluso un sentimiento crítico extremadamente duro, pétreo, desde unos parámetros autobiográficos, navega en ocasiones los textos una vez superadas las inevitables influencias machadianas y bequerianas de la edad; la frustración adolescente se apodera del joven poeta, ya se sabe, mujeres, alcohol, deyecciones, sexo y demás, desde la más absoluta soledad,

[…] chorreando
piedad con las manos cruzadas, por los grandes números que no
te comprenden, retorcidos oxidarse en el asiento manchado de
sangre por el niño pijo que bebía demasiado y crucificaba a la puta
niña pija bien,
se quiebran

Por otra parte, el adolescente, recordemos, no ha tenido tiempo de leerlo todo y se anticipa a los libros venideros con la obra casual. Según Heidegger, vivimos atravesados por el lenguaje. Oliverio Girondo, Julio Cortazar, y desde el desconocimiento de estos, un primerizo Tomás García juega en ocasiones, como aquellos, a darles vueltas al lenguaje, desatravesándose de este. Dice Francisco Umbral, la juventud es adivinación y tiene el don de adivinar los libros antes de leerlos, así,

Aldebarán zumiel beldar bella rosa
astra vumar briluz ebria gota

En resumen, la obra poética de Tomás García, su propia existencia confusa y multidisciplinar, su personalidad, que desea ser algo y se queda a veces en lo que pudo haber sido y no fue; quiso ser poeta, pudo haberlo sido, quiso ser original, distinto, quiso ser radical y pudo haberlo sido, pero se quedó en la leve excentricidad hedonista del que sólo quiere serlo, recreándose en ella como pose, como el más típico burgués que juega a ser polémico, como el pseudointelectual de tertulia televisiva. Pese a todo esto no deja de ser juego, ficción, impostura. Quiso quizá el exceso de Bataille, esto es, el deseo de una existencia no sujeta a límites; el exceso de Blake, cuyo camino iniciático conducía al palacio de la sabiduría; el exceso del tan admirado Panero, que es mierda y poesía con mayúsculas; pero sólo quedan juegos florales, destellos, puerilidades y miedo, mucho miedo, al excremento, a la negrura anal, a la violencia, a la destrucción, a la nada, a sí mismo, como tal y también a sí mismo como cadáver, consecuencia lógica del exceso.

Pero quedémonos con lo que hay y no en vagas potencialidades, lo que tenemos, lo que encontramos, el anhelo del lenguaje, la incapacidad de este, que decía Maeterlinck, los automatismos líricos, que como órgano, sanguinolento y extirpado, siguen latiendo sin ningún sentido, razón de ser, función. Todo esto nos encontramos aquí y más, un intento de trascendencia, de unidad y una voluntad de singularidad, un apartarse de las corrientes, que más parecen mareas, una obra interesante, palpitante por momentos, una obra vital con destellos de gran brillantez, además de un valiente recorrido poético en busca de una voz propia, camino que ni debe, ni ha llegado a su final, como tal parece, ni ha sido tan inútil, como pretende hacérsenos creer,

Triángulo cerrado,
Círculo.
Lo dicho pues, pocas opciones nos quedan. Pero algunas hay.

JUAN FRANCISCO CASAS
Berlín, mayo de 2005




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