Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

domingo, 17 de julio de 2011

ENRIQUE ZUMALABE [547]


Enrique Zumalabe Ramblado 

Nací en Huelva en el año 1977 y es esta misma ciudad donde he pasado mi infancia y adolescencia. Le debo mi afición a la literatura a mi madre, a algunos de los profesores que he tenido, a unas cuantas buenas amistades y a más de un escritor. Cursé estudios de Magisterio en Huelva y de Psicología en la Universidad de Sevilla. Aunque tengo algún coqueteo con la narrativa (relatos breves), me dedico a escribir poemas con desigual suerte. El resto de mi vida literaria se resuelve los sábados por la noche en una especie de tertulia sin sede fija".

En colaboración con Daniel Salguero forma parte del consejo editorial de la publicación "La Cinta de Moebius"

Poesía:

Dentro de la colección Poesía Nueva que con motivo del Ciclo de Conferencias - jrj de fondo - Lecturas en Homenaje a JRJ, organizadas por el Comite Organizador para el Trienio Zenobia-Juan Ramón Jiménez, ha publicado el cuadernillo de poemas:
"Acercamiento" (Huelva : Diputación Provincial, 2006)
"Además del llanto (La Isla de Siltolá. Sevilla, 2014)

Ha recitado sus poemas en diversos ciclos de poesía. Parte de su obra poética permanece inédita, entre ella los poemarios "Tus poemas (diez intentos fatales de huida desesperada)" (2001),"Donde nunca has estado" (2001) y "Resurrección de un libro" (en preparación)

Narrativa:

"Cometiendo errores" (2001, libro de relatos), inédito



AUTORRETRATO

No somos tempestad, no somos cáncer,
nos ha llenado el vino
los ojos de una idea misteriosa
y andamos preocupados y nos duele
la suerte de algún árbol sin recuerdo,
la suerte de mamíferos sin nombre.

Nos gusta declararnos permanentes,
nos aburre dormir, salir intactos
del golpe de una boca,
sabemos que follar, perdón, el sexo,
es un lenguaje vivo, incalculable.

Y hemos asesinado deseando,
incluso, algunas veces
hemos mirado con condescendencia,
como a niños traviesos,
a quienes solamente siembran rabia.

Del arrepentimiento que nos queda,
apenas heredamos otra cosa
que el miedo a definirnos,
esa dificultad con la que hablamos
del hambre, de la escuela, del dinero.

Y, sin embargo, es casi tan sencillo
como decir que, siempre,
estamos en el lado del pan y la palabra,
que elegimos vivir y eso nos basta
al margen de la prisa, de ocasos culturales,
vivir en ese límite impreciso
del amor, la política, el trabajo.


RESULTADOS E INTERROGANTES

Alguna vez, uno se pregunta
qué sucederá después
de tantas tardes de domingo,
después de tanto malestar
y de este amargo temblor
que el güisqui de la noche deja,
como un estigma, en mis brazos.
Y, ahora, que el sol se oculta
y la lluvia nos hace abandonar
con prisa las conversaciones
sobre las mesas de las cafeterías,
qué sucederá después
de este viento emergente,
de este noviembre trágico
que llega anunciando días
con un sabor póstumo.

Si, después de todo,
nada sobrevive al amor de dos cuerpos,
además de la soledad conyugal
que dejan en las sábanas húmedas,
qué significa, pues, este acercamiento,
este buscar en mi pecho el descanso
de tu frente manchada de oficinas,
qué se esconde detrás de las horas,
conversaciones y lugares repetidos
en que jugamos a imitarnos,
detrás de esta rutina pacífica
que robamos por pura envidia
a una pareja de enamorados.

Qué significa este acercamiento
si ya no sufro la insistencia
de las miradas de Hebe y Apolo,
si no me siento capaz de ponerte nombre,
si todavía estoy buscando mi epopeya
y admito entre dientes, casi sin voz,
que mi vida no me exige la urgencia
de un exilio lejano y romántico.
Qué habrá detrás de estas voces
que se filtran a través de la memoria
y me hablan de ausencia y de deseo.

Con la llegada de la noche, se impone el silencio
y la calma inicia su riguroso retorno.
Mientras desciendo los últimos peldaños del poema,
llega la calma y vuelvo los ojos a lo escrito
y me pregunto con miedo si nos queda algo por vivir.
Me pregunto
si me queda algo por decir, ahora,
que me he acostumbrado a vivir con la nostalgia
y con esta profunda obsesión
de sostener todo el peso del cosmos
en un solo verso.



Ottawa

De aquella mañana recuerdo
un olor a decepción en la casa,
el vacío de no haber encontrado
una palabra abierta al tiempo
o aquellos nudos que me ataban
a redes de versos vagos e imprecisos,
tantos recuerdos de una mañana
que ya se aleja del presente,
aunque vuelve como el calor
insistiendo en afectar el ánimo,
tantos recuerdos
porque en la vida nada sucede aislado
y todo lo que ocurre se une, se enlaza
a otras tardes, otras músicas, otras pérdidas,
y quién iba a decirme entonces,
cuando acudía a la camisa solemne,
al gesto elegante, a la puntualidad,
cuando los días giraban en torno a Helena
y era su cuerpo un tesoro en mares del sur,
quién iba a decirme entonces
que, después de atravesar las calles
en busca de la intimidad del almuerzo,
después de las preguntas inquietas
y del diálogo amable de nuestros brazos,
iba a encontrarme de repente con la imagen
de una crueldad que no sabe de nostalgias,
con el letrero de la taberna tirado en el suelo,
con aquellas letras copiadas de alguna película
cubiertas por el polvo, sometidas
a la humillación de las pisadas anónimas.
Nada sucede aislado
y el final de los días de esta taberna
se parece demasiado a la distancia
que nos impusimos casi sin darnos cuenta,
esa distancia que aceptamos sin pensar.
Y, quizás por eso, ahora recuerdo los domingos
en que este lugar era el refugio
donde creíamos encontrar el tiempo
que malgastábamos en los despachos,
las largas horas del trabajo ya perdidas.
Y no me consuela la mano que me ofreces,
algo que dices y yo no quiero escuchar.

Miro el polvo que mancilla los recuerdos
de tantas noches que poblamos de cerveza y libros
y pienso que este lugar ya nunca será
aquél donde se daban cita los poetas.
No queda sitio para el consuelo
entre tanto olvido forzoso,
ahora ya no nos queda siquiera
la voz de Nina Simone que, tantas veces,
cruzaba los breves silencios deshaciéndolos,
my baby just cares for me,
ya no queda nada de aquellas noches.



Deca logos.

A Álvaro

Ama los verbos que viven
abrazados al pensamiento,
déjate sorprender
por el vuelo otoñal de las hojas
que los árboles desestiman,
no dejes escapar la melodía
que transporta la profundidad del aire,
pasea, embriágate de risa y canto,
acomódate sobre la esencia de la palabra
sin maquillaje, gramáticas, ni psicologías,
no olvides que el epílogo
se escribe en el recuerdo,
entierra los gestos fugaces y las despedidas,
evita pensar en las consecuencias del deseo,
disfruta de la nostalgia irreal que te producen
los cuerpos y las ciudades.




Enrique Zumalabe Ramblado.
Además del llanto.
La Isla de Siltolá. Sevilla, 2014.

Además de ser llanto, me abandono / me derramo en tus manos como música fácil.

Entre la elegía y la oda, entre la memoria personal del amor perdido y la celebración del presente, las biografías imprecisas, los recuerdos borrosos y tristes de los padres y los abuelos, la muerte y el alzheimer, los hermanos y los amigos habitan los poemas de Además del llanto, de Enrique Zumalabe, que publica La Isla de Siltolá en su colección Tierra.

Están en ellos la infancia y la juventud evocadas desde el presente de una voz que desde su tono coloquial establece una conversación consigo mismo más que con el otro, una conversación afectiva que exige complicidad y busca explicarse un presente conflictivo o celebrar la vida (Celebro que estoy vivo) o el amor en los seis poemas eróticos de una de las secciones de un libro escrito por quien sabe que sin música no hay poema y que la falta de memoria desahucia la conciencia.

Santos Domínguez



Canción sentimental

En esta ciudad, en este
paisaje de indiferencia,
en este invierno que grita
anunciando su retorno,
vuelven algunos recuerdos
cuando anochece y decido
refugiarme en un cigarro,
cuando salgo de mi casa
a derramarme en la calle
y camino con paciencia,
perdido en algún monólogo
sentimental y, tan tímido,
que no se atreve a romper
el silencio de los taxis
y las aceras en obras.
Como absortos en mi espera,
los encuentro recostados
en los coches o en la excéntrica
mirada de los semáforos.
Los pasos se hacen entonces
memoria de alguna cena,
de esas botellas de vino
que se acababan tan pronto.
Y recuerdo aquellas noches
en que algún verso se hacía,
repentinamente, carne
y nos iba estremeciendo
con su caricia templada,
recuerdo tantos adioses
con vocación de elegía…
Y el silencio es tantas veces
lo que me queda, el escaso
consuelo de vuestra ausencia,
tan afilado es el frío,
tan estricto este diciembre,
tan inútil esta tarde,
que parece que es domingo.




Discurso de apertura de campaña

Tengo la sensación de estar absuelto,
el brillo de la sangre en la mirada,
el peso de algún crimen en los ojos.
Yo soy la espada azul de la memoria,
yo soy tu miedo, soy tu asesinato,
yo dicto la justicia, soy el hambre.
Me alienta el sufrimiento de tus hijos
y digo democracia y digo patria.
Ya nada humano puede conmoverme.
Informe sobre la mesa de Lagarde

Los hechos son muy claros. La miseria
se ha convertido en el color monótono
de todo amanecer. Parece inagotable
el río de semántica que vierten,
desde sus altavoces, las agencias
de la neutralidad.
La luz no encuentra espacios
por los que difundirse;
el calor, sin embargo, toma forma
de golpe militar que contraviene
sentencias de otro tiempo.
Breves, desesperantes
pilotos de un septiembre que no acaba
sobrevuelan cabezas, originan espasmos.
Y hay una enfermedad en los carteles.
Una fiebre de ruina, una tos de abandono,
se anuncia y se difunde
desde cada fachada
y es una inundación este vacío,
el desvanecimiento de los techos,
el tiempo que se fuga como una niebla estéril.
La situación es grave, señoría:
ya ni siquiera el sur guarda su imagen
de ensueño liberado, de camino.
Esto solo lo arregla, es evidente,
la desregulación de los mercados.




Gaviotas

Una canción vomitan las gaviotas.
Súbitamente trazan con su vuelo
un arco de sintaxis sobre el papel del aire.
Parece que anunciaran
un declive de luz imperceptible,
parece que sus gritos disolvieran
el habla rutinaria de las calles,
parece que el perfil de su presencia
pudiera interrumpir todo transcurso.
Alguna vez su imagen es la imagen
de un terror detenido ante el asombro
cuando, en la soledad de carreteras,
hienden los vientres muertos
de pájaros sin suerte, se alimentan
con la normalidad
de un acto burocrático.




Otra vez amanece

Nace la luz de nuevo,
se reproduce idéntica la escena
en la que va imponiendo su dominio.
Incluso el más insólito matiz
parece celebrar el nuevo día.
Y, sin embargo, es solo un simulacro.
El perfume triunfal de la mañana
eclipsa el verdadero mecanismo
de una repetición indefinida,
el plagio permanente de los ciclos.
El tiempo es una excusa improvisada.




Tarde extranjera

A Lola

Va cayendo la tarde con un aire extranjero.
En las calles de Beja se ha escondido la vida.
Esta luz que decrece se convierte en camino,
en recorrido de ojos
que abrazan las verdades del paisaje.
La luz regresa, entonces, transportada
en las aguas de un fado,
se desborda en las copas,
se arrastra, lengua a lengua, en los peldaños
de una escalera abierta hacia otras voces.
Y hay algo más que crédito y palabras,
teléfonos que escalan las paredes,
solemnidad, discursos culturales.
La eléctrica inquietud del empedrado
también es un regreso,
también la realidad está tejida
con hilo hecho de luz de las farolas.
Deshabitado cauce, enmudecido atrezo,
todo precede y, simultáneamente,
intuye una llegada, anuncia algo prendido.
Detrás de la frontera del cansancio, en la lenta
intimidad que otorgan las paredes,
dos cuerpos cristalizan
en una nueva luz, entrelazados.
Lo que resta es tan solo
la lluvia o la mañana.



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