Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

miércoles, 13 de julio de 2011

525.- MANUEL FRANCISCO REINA


Manuel Francisco Reina nació en 1974 en Jerez de la Frontera, Cádiz, realizó estudios de Filología Hispánica en Cádiz y ha colaborado en prensa con 'Culturas', del diario La Vanguardia, con el Diario de Cádiz y Europa Sur, entre otros.

Entre los poemarios que ha publicado están 'Razón del Incendiario', 'Naufragio hacia la Dicha', 'Del Insumiso Amor', 'El amargo ejercicio' o 'La lengua de los ángeles', pro los que ha recibido diversos premios.

Además, es autor de la obra de teatro 'Olimpo busca chico nuevo', Premio de Teatro Arte Joven de la Comunidad de Madrid. En 2005, Reina fue coordinador del disco 'No os olvidamos', en homenaje a las víctimas del atentado del 11 de marzo.

Entre sus novelas está 'Los santos varones', 'La coartada de Antínoo' y La Mirada de Sal'. Además ha publicado diversas antologías y compilatorios como 'Mujeres de carne y verso' o 'La paz y la palabra'. En 2007, Reina colaboró en el documental de Emilio Ruiz Barrachina 'Goya y Orson Welles' y, con el mismo director, realizó 'La España de la copla', un homenaje musical a Miguel Molina con las cantantes Clara Montes y Aurora Guirado.

Durante varios años, Reina ha sido cronista del diario ABC y articulista de su suplemento cultural de arte y letras, además de colaborador de opinión en diversas revistas y medios radiofónicos y audiovisuales como las revistas Zero o GQ o los periódicos virtuales 'elconfidencial.com' o 'elplural.com'.







Poemas en los andenes

Abandono versos en los andenes.
Deshojo flores manuscritas,
poemas como anónimos abrazos
por si a alguien le asalta el desaliento,
el frío repentino de una ausencia
que vuelve a nuestra piel con la memoria.
Deslavazo el rosario de palabras
que rasga el corazón como un alambre
oxidado de rabias,
y dejo la caricia del consuelo
como un paño de voz para el llanto del silencio,
en que empapen heridas invisibles.
El piso del andén es como un folio
al que vuelven los pasos de la vida,
en que callan el daño inconcebible,
al que vuelvo con letras de mil ojos.
Por eso voy soltando mis poemas
como tímidos pájaros ingenuos
que rompan la grisura del recuerdo
con un trino voraz de tierno vuelo.






LA ROSA REGIA
(Fragmento final)

Y aunque a veces quisiera protegerte
de tanto invierno cruel y tanta helada,
comprendo que tu ser es la hermosura
incauta y generosa de las flores,
por eso llevo yo también tu estigma
en alma y en la piel y hasta en mi rúbrica.







Rosas secas sobre mi corazón agotado
como un tintero exhausto para escribir de amores,
donde los cuervos criados con la ternura antigua
de quien creía su pecho nido de palomas,
secaron mi fuente para el amor y las lágrimas
como monstruos sedientos de pasión y de vida.







Y qué más da si olvidé vuestros nombres,
cadáveres de rosas exquisitas,
cuerpos espléndidos que amé con fuego
de noches extenuadas con pasión de agonías.
Qué importa si de mí me olvido cuando os otorgo
natura de dioses ahogados en mi memoria,
ungidos de eternidad por mi daño
que es mi herida antigua de antes de haber nacido.
Con tanto amor exhumo vuestros restos
que inmaculados volvéis a la vida
como si el pasado fuera sólo ruina y humo;
como si vosotros me llamaseis desde el alba
y el cuerpo despertara de su ahora
sabiendo que es cadáver de sí mismo,
aroma agonizante de su estío.








Por el suelo empedrado de los siglos
desgastaron tu nombre y tu figura,
como tea que arrastra sus rescoldos,
deshojando sus pétalos ardientes.
Del motivo fatal de tu belleza
al cansancio leve de la palabra,
la misma culpa tiene el torpe amante
y el mal poeta, ladrones de gracia.
Cuánto canto anodino por tus logros,
cuánta vana metáfora de verdes
aguzados de espina traicionera
como mantis florida y predadora.
Pero al fin tú sigues siendo igual: tú,
la misma rosa mil veces ajada,
protagonista ajena del idilio,
confesora de amor o su pañuelo,
lecho de mortajas o ramo de novias,
cáliz de la sed que prende el deseo.
Porque nada cambia: decimos rosa
y florece en el aire su presencia,
inmutable espíritu fiel al fuego
como fénix del tallo florecida.
Sin más. pensamos rosa y simplemente
nos vuelve a despertar la primavera,
nos arde la pasión sobre los labios,
y olemos su perfume en nuestro lecho”.




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