Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

domingo, 10 de julio de 2011

490.- LORENZO MARTÍNEZ AGUILAR


LORENZO MARTÍNEZ AGUILAR
Nacido en Linares (Jaén) en 1957. Escritor y poeta, fue cofundador en 1987 del colectivo literario Amanecer, de Linares. Actualmente es presidente de la Asociación en Defensa del Patrimonio Cultural Qastuluna, de Linares y miembro de la Asociación Colegial de Escritores de España. Asiduo colaborador de opinión en periódicos y revistas locales y provinciales, tales como Diario Ideal de Jaén, entre otras. Es miembro del consejo de redacción de la revista Huarte de San Juan. Alterna estas actividades con la de conferenciante, e investigador histórico por la Dirección General de Bellas Artes y Archivos.

Publicaciones
"Literatura en Linares (siglos XV-XX)". Ensayo. 2008.
"Taranta (Poemas a Linares)". Poesía. 2009.
"Manual de invierno ". Poesía. 2010.

Otras publicaciones
"El jardín de los sueños". Poesía. 1992.
"La acera". Narrativa. 2004.

Premios
Accésit III Certamen Poesía del Guadalquivir. 1988. Poesía. Rincón Poético José Yepes.
Certamen Nacional de Relato José Toral. 1995. Narrativa. Ayuntamiento de Andújar.
1º Premio Certamen Relatos Entre Libros. 2003. Narrativa. Editorial Entre Libros.
Premio a la labor creativa. 2001. . Delegación de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía en Jaén.





Se habrá abierto
el pétalo a la hermosura
de la noche,
alumbrado por la simetría
del rayo y su ruido;
cuando el rito
de lo sexos
como labios partidos,
ceremonias de pasiones
y estampas expertas
de oscuridades, unan,
su lugar y soledad
en burbujas lujuriosas
de trivial lascividad;
descubriendo mundos
de miradas como soles.

(El jardín de los sueños)










Esta duda que recorre
mi piel de punta a punta,
sumergiendo en su acuarela
con color trasfondos
antagonistas en penumbra
de pasos sin decidir,
entre aliños
de oxígenos raros
como trance diario
de amargura.
Esta duda que atraviesa
super-puesta una a una;
indecisa entre aceras,
agua y aires
deslumbrando la cordura
como rayos verdes,
y esquemas en olvido…
¿Qué sé yo?
¡Oh, lo siento!

(El jardín de los sueños)









LABERINTO

Apagan las sombras sus salidas
como una noche imprecisa y confusa.

El rito es, una vez más,
espiral, caracol o límite;
es un laberinto de puñales imprecisos
que se sustentan
en las paredes del miedo,
dejando señales de sangres silenciosas.

Ícaro,
en su soledad,
contempla como una ruina de lo absurdo
que en Creta los círculos no tienen salida,
sólo letanías de cuchillos,
muros de odio
y venganzas con rostros de dioses disformes.

Y sabe que es preciso volar para escapar.













LA MUERTE

¿No sabías
que la liturgia de la muerte
puede tomar caminos azules
y ruinas de sombras?

Que el mármol funerario
también puede ser el leve y constante
trabajo de las olas.

Que en el infinito del aire
hay travesías, como tiznes de la noche,
para moldear las playas últimas
a golpes de espuma o de saliva
de donde no se regresa.

Que el sol
también abre sus venas de muerte a la tarde.

Que un nombre tensado al viento
puede ser memoria para los arbotantes del mar.

¿No lo sabías, Icaro?

Alas de sol.
Oh, Ícaro,
marinero con velero de sangre,
fue corto el vuelo y largo el olvido.

(Icaria) Inédito












EN EL RINCÓN OSCURO

En el rincón oscuro del salón
que el tiempo ha desconchado
-donde la luz llega llorando-
las rosas del jarrón
que adornan mi retrato
-siempre el mismo,
siempre cambiando-
se han secado.

En el rincón oscuro
sus líneas
van formando geometrías
de estilo rectilíneo,
de ángulos continuos,
sembrando espacios
por los que se pasean mis ojos lánguidos
como piedra de acera retenida.

En el rincón oscuro:
secreto despoblado,
testigo blanqueado
donde se hallan mis libros empolvados,
se posan las sombras
de palomas sin colores
y alas de cartón que huyen
al espanto de la queja de mi voz
y el vibrar de mi lamento.

En el espacio oscuro del rincón
-sonido, ruido ensombrecido-
juegan formas del humo,
bocanadas de aire consumido
de mí boca salido,
que como mariposas se arremolinan
formando diseños enrarecidos.
En el rincón oscuro del salón
siento ojos que me miran,
espejos de mi vida,
fuerzas ocultas que me cambian,
que dominan
mis manos,
mi cabeza,
mi ilusión,
mis palabras
mi pluma,
mi rubor,
creando como cristal de perla sacudida
¡mi poesía!

En el rincón oscuro del salón
la sombra de mi piel,
como arena de playa sin final,
pierde su textura
abandonándose a la vida para renacer
sueño,
rosa
y espina.











SÚBDITO PERFECTO

Vive en un mapa de muros y fronteras,
a contratiempo,
entre un laberinto de grandes avenidas,
viajero por la edad, fugitivo del tiempo.

Habitante del mundo (con Derechos)
y súbdito perfecto,
cada mañana cuando se mira en el espejo
va descubriéndole nuevas canas a su pelo,
recuerda el silencio que debe de guardar
-quizá por cobardía-
al pecado de algún amorío pasajero.

Con una metodología de estrofas repetidas,
recuenta cada día
la pregunta imprevista de la sombra,
la bandera y la duda del instante,
las ilusiones que caben en sus dedos...

-Son malos tiempos -piensa-.

Ocupante, por oficio, del asfalto,
y súbdito perfecto,
camina cada día
por la decadencia del siglo y de su risa,
entre sus horas de cuarzo y de prisa,
los atascos del semáforo
y el tedio que le hastía,
entre los bailes de una multitud
que lo apresa entre la acera y la monotonía.

Y así, a tientas, ceñidas las dolencias,
marchita la memoria,
como una grafología de lo absurdo
acepta morir un poco cada día
entre sus dioses de barro,
el autobús de las cinco,
la mirada de escaparates huecos,
las letras de cambio,
la lotería que siempre toca a los demás,
los toros del infarto en el tabaco
y noventa metros cuadrados
que paga con su tiempo.

Mientras, sigue esperando un tren
que roce, al menos, el viento de sus sueños.









HOJAS SECAS

Vino de los suburbios profundos de la gran ciudad.
Entre los brotes tiernos de su juventud
traía la cicatriz de un rencor aprendido,
un macuto de soledad
y una sonrisa helada
como una ola huérfana de sal.

Se bebió los días a tirones
con la ebriedad caduca de las horas.
Decidido a comerse el mundo
adelantó sus labios ofensivos:
un pequeño hurto en comandita,
el asalto a algún chalet de un señorito,
los dados sin puntos del azar

Después, en las esquinas,
compraba a diario su borbotón de olvido
mientras rompía, uno a uno, su armazón de sueños.

Un arañazo profundo en las sienes
fue apagando su mirada con agujas de cristal
en los veleros blancos de la escarcha,
con las piernas inmóviles de sombras.

Al contrario del tango de Gardel,
escondido tras la edad de veinte años
-que eran muchos-
y algunas noches de alcoholes densos
nadie le concedía el último rincón del invierno.

Él, que vino a comerse el mundo,
en apenas un otoño, una mueca y una herida
galopó en un caballo más rápido que el viento
que lo derribó como las hojas secas.











MAYO, ATARDECER Y OTRAS LUCES

Van las muchachas ligeras de ropa,
oliendo a rosas nuevas,
con un mestizaje de entretiempo en la piel
y arrayanes de agua en la mirada.

La tarde es una largura de yemas blancas.

Suele suceder que donde habitó
el naufragio húmedo del invierno;
donde danzaron las sombras frías su ritual de olvido;
donde durmió la luna
la prontitud del anochecer;
los portales de ceniza
donde nos refugiamos de la lluvia imprevista...
Todo quede trastocado por la luz.

Mayo, reaparece y señala otros ritos nuevos:
los esquemas del sol y sus cometas,
las golondrinas garabateando el aire,
el azahar en los limoneros,
el sonido amarillo de los élitros...

Y entonces, sí:
La luz es una afirmación.
Podemos escribir con el dedo
sobre los mástiles del horizonte
-sin riesgo al error-
que es otro tiempo nuevo. Necesario.

Mas si ante los manuales azules de la primavera
tu actitud es de reserva,
límite, desconsuelo o apatía,
viajero recoge tu maleta
y regresa a las playas vacías del invierno.





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