Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

viernes, 8 de julio de 2011

472.- TERESA GALÁN



TERESA GALÁN. Málaga.
Doctora en Filología Hispánica especialista en la poesía de postguerra y especialmente en la crítica literaria. Es profesora de español para extranjeros en la Universidad de Málaga y el tiempo libre que tiene lo dedica a la literatura.

Publicaciones
"Esteticismo como rebeldía". Ensayo. 2003.
"Redes imprevistas". Poesía. 1993.

Otras publicaciones
"Femenino Singular". Poesía. 2006.
"Guía de artistas y escritoras contemporáneas andaluzas ". Poesía. 1997. V
"Cuando baje la marea". Poesía. 1992.





Antología

Polen y ceniza
(Epopeya mínima)



Una danza

(Casi una poética)

Entrad.
Es pronto aún para el recuerdo.
Nos aguardan gestos y epitafios
entre unas cuerdas sin sonido.

Entrad.
La tarde está cercada
y convocada la niebla.
Templemos los instrumentos,
sanemos aquella herida
fosilizada en los retratos.

Entrad todos.
No volveremos a soñar este sueño.
Anclada se desvanece la noche,
se cumple definitivamente en una danza,
donde el cuerpo sin olas resplandece
en la primera mañana última.






El quinqué azul

Calles y palomas se cruzan
en este desaliento,
los bufones cuelgan sus máscaras
y se ejercitan para otra danza.
Huyen.
Retornan tras una larga celosía,
pero sienten el ancla, las notas lívidas
desolladas en el muro, y preludian
el escenario terco de nuestra epopeya mínima.
Unidos por el azul que nunca se apaga,
sus deseos ordenados, yuxtapuestos,
se saben dispersión y unidad,
marina pesadumbre.
LLegan a la cancela y está oxidada
y tantean su infinita cerradura.
En el halo del quinqué los signos cotidianos,
el friso de los delfines,
mosaicos de analogías ahogadas,
y en la melodía el perfume,
una resignación de primavera.
Si esa luz se apagara
en el azul escribid un epitafio:
escaleras que cimbrean,
andenes que se alargan,
al amanecer burlados pero erguidos soñando
guardianes fijos en las cornisas.

Y no hay presentimiento.
¿Quién nos agradecerá tanta paciencia?







Noviembre

No elegí esta ciudad,
pero su vientre senil me cautiva,
mujer de exquisita paciencia
dispuesta siempre a la lujuria.
Profetas, diosas, bailarinas
con ese disfraz común
esquivando ficción en las aceras.
No elegí esta sombra,
desfallecer apartando redes
para unir lo irreconciliable,
pero tú formas parte de mi soledad.
El desvarío nocturno
se apoya en las esquinas
cuando se advierte nadando hacia el hastío
y el desencanto señala direcciones
donde nadie aguarda al rezagado.
De otra forma no sabría huir:
calidoscopios, vidrieras,
el oboe pétreo, el altar
con este peldaño oscuro,
el deseo combo, el incienso,
y un afán de destrucción
cuando la lluvia nos atrapa
donde nunca estuvimos.

De Redes imprevistas









El encuentro

Te descubrí en la penumbra cuando se alzaron las copas.
Sentí un escalofrío y bebí el amargo líquido aceptando tu juego.
Desde entonces, a través de aquel jardín, paseas por mis venas.
Después he llegado, has llegado, ha llegado consumiendo mi visión,
consumando su imagen. Me dices, nos dijimos: hace años que busco
una certeza, pero el mar me impide, te impide, concentrarnos. Los
cuerpos flotan y se acumulan junto al muro. Labios indecisos, manos
arañadas, y había tanta espuma que era imposible huir.
Pero un día las aguas volverán a su cauce...
Mientras tanto no huyas: vigila y aguarda en la penumbra
lo postergado.

De Polen y ceniza









Fiebre

Cuando enfermo, soy,
cuando enfermo, estoy
más cerca de mí.
Enferma busco mi dosis
exacta y pulcra
de geometría.

¿Dos rectas paralelas
nunca se cortan?,
la desdicha es ese nunca
que jamás olvido,
relectura insaciable
con las páginas desechas,
para hallar ese verbo
donde al fin descansar:
en el haz de lo simétrico,
en los números pares,
los bares de siempre.
Volúmenes idénticos plegándose.

De Polen y ceniza










Insomnio

Apareces en el tragaluz de la noche
mientras sube la marea
y oigo un chasquido impenitente
de alfileres bajo el agua.
He sido un héroe en todas mis leyendas
pero aquí me hallas desarmada.
¿Te empeñas en mostrarme a mí misma?
Tiemblo si me reconozco,
si me ignoro, tiemblo.
Y señalas el final de las planicies.
Avanzar, retroceder, memorizar
listas infinitas.
Sin barandas ni asideros,
el mar es duda permanente,
¡Hasta cuándo este tormento!
Corres por los pasillos
susurrando mi nombre,
golpeas en la puerta y te escondes
en los signos indescifrables,
las alcobas de la niñez
y me impides dormir.
¿Quieres contarme una historia?
Quieres arrebatarme una historia
sin principio ni fin.
Temo el amor de mis sueños.
Amo en el temor de mis sueños.

De Polen y ceniza










Obsesión

Las palabras se acercan
con sigilo, interrogan
y aun formando un círculo infinito,
me aprietan la cintura.
Así la incertidumbre: vacío
en el significado de la niñez,
la juventud, aunque el enigma persiste
en el centro del reptil enroscado.
Jamás lo olvido: reescribo.
Los anillos ajustan
lentamente su veneno, las sierpes
son de bronce, imperturbables.
Mas no huyo, vigilo sin relevo,
subrayo la verja, el estanque,
cada segmento de este círculo
para asegurarme el regreso,
ordeno sin cesar la biblioteca,
y no me aparto de este cerco:
el jardín, el poema,
la imbatible cerradura.






El cerco

I

Mi casa está en las afueras,
habito una contienda
de arpas y herraduras,
siniestro decorado
donde arrecia el desorden
e impera la sospecha:
un día cederéis a la bruma
y abandonaréis también la ciudad.







El regreso

Todo me llega fragmentario, obsesivo. Si cierro las ventanas, si destruyo
las fotografías, si me oculto entre las ánforas, aún oigo los gritos. El miedo se
enreda en las columnas, bate sintagmas y postigos.
Me marché buscando una certeza, pero se divertía desorientando
brújulas, relojes, barómetros, y agitando sus lámparas de silencio. Ninguna luz
era reposo.
Fui por un instante alquimista-vencedor de la sombra, fui trovador, fui
nómada en un breve poema inabarcable y me acerqué en exceso. Ahora
intento definirme. Observo la espada y no me reconozco. He limpiado el acero
y brilla la esmeralda en este puño de bronce, fetiche de tu voz, que
ahuyentaba lanceros en la madrugada y embestía la avidez del oleaje. Pero
hoy señala el cerco vacío, inútil, del regreso.








"Locus amoenus"

Me asfixio en esta playa
donde tantos respiran.

Como una red tejida de horas,
tubos de seda o hilos de metal,
es este deslumbrante atardecer
en el que me estoy jugando la vida

Mi angustia bronceada crece
en dolor, en odio, en desafío,
crece en fragmentos, crece en presencia
de un péndulo ancestral y turbio.

El sol cubre sin piedad las aceras,
el polen se acumula en las cunetas,
las flores brotan en el fango y recrean
esta ansiedad inmensa, avenidas
que distraen y desorientan.
Pero la red persiste sin reservas,
invisible aliada en las afueras.










Silencio

Aunque no escriba, escribo,
la mente se pliega, el odio me estalla
en silencio fingido,

transcribo el enredo y la solución
del mundo: una frase
sin acceso al enigma.

Nada se ha dicho aún.
Qué añadir a lo ya dicho.

Busco mi verso sumergido
en el perpetuo oleaje de estos muros.

Me pierdo en su fondo transparente,
inexpresable solidez oscura,
araño y muerdo el anclaje,

vocales, arenales, celosías...

Dónde está la salida.

Persigo a esa otra que me fue anulada
y rastreo su conciencia en lo posible.

Lo que nunca he sido ni seré
lo soy así:
a gritos en el silencio
que hace años descubrí.

Aunque no escriba, escribo,
y a menudo es más terso
el poema no dicho,

porque resiste el trazo
tembloroso, perfecto, del derrumbe,

desgarro de construcción imperfecta,
rescoldo, ambición, delirio.

Buscando más luz hallé esta ceguera:
desamparo, anfibios sumergidos.

Por eso escribo, redacto
sin reglas, sin orden, sin paciencia,
los deseos los nombres se acumulan.

Vivo escribiendo un texto fallido.

Porque no soy más que instinto
trazando entre líneas
una incierta salida,

y sólo junto a ti,
en tu pecho,
protegida por tu boca
quiero seguir siendo
presencia sin habla,
vértigo asomada a tu espalda
animal sin texto.

Me acerco a esta idea con temor,
¿por qué el animal prefiere el silencio?

Apenas respiro
y continúo fingiendo
hasta lo cóncavo del alma,
acallando un lienzo vacío.

Aunque no escriba, siempre escribo.
De otra forma no existo.







Oboe

Donde todo comenzó, terminará,
junto a los muros de este desconcierto,
centro de mi derrumbe
templo de mi silencio.
Sur de la niebla.
Sur de mi vida.
Asfixia lenta.
Norte que jamás alcanzaré,
vacío en lo que fui,
centro aún de la ciudad.

Recuerdo el gesto primero
de la incertidumbre,
su tañido de angustia desbocada
Y me afano en comprender,
Y espero hasta el desmayo:
Pronto conoceré los designios.

Aún memorizo las plegarias,
de los coros ensayando letanías,
perforo la noche y me estremezco
por aquellos instantes repetidos.

Me adentro por claustros y ábsides
buscándote,
levanto fanales de polen y ceniza,
te presiento en la oscuridad
buscándome.

Jamás olvidaré
Jamás dormiré
hasta resolver el enigma,
y descifrar tu voz
perdida en los atrios de la noche.

Pero tiemblo al reconocerme.
Esa imagen en la túnica bordada
me desquicia.

Donde no estoy, existo en verdad,
al final de los pasillos lentos
tras ese acorde interminable,
(junto a esa notas líquidas
vuelvo a enfermar) aprendo,
y en los huecos de la piedra
me defino, te esperaría si quisieras
en cada esquina de la ciudad.

En esa melodía me esperas,
en esa melodía me defino.
En las notas líquidas vuelvo a enfermar.
Sus acordes bastan,
por qué entonces indagar:
por siempre tú aquí,
inexistente como entonces,
pero por siempre ahora.
Podría memorizar los dogmas,
contar abismos y fracasos,
ordenarlos,
y tú aquí con esta melodía
como último grito en la embestida
por siempre ahora.

Regresas en el deshielo
Giras en cada nota suspendida
Siglos y montañas, acantilados,
La comarca del destierro,
un atajo, gritos,
el infinito cable
de tu llamada mínima.
Aquella melodía
de las ramas desprendidas.

Cuántos cerrojos,
Cuántas pesadillas.
Qué laberinto este alfabeto
que me niega la salida.

Perforo tu ausencia
Y oigo esa nota suspendida
un día abandonaremos la ciudad:
Se alejarán al unísono barcos y trenes

quizás el círculo no cierre,
quizás estallen las cancelas,
quizas la muerte no sea

De Oleaje entre muros








No hay comentarios:

Publicar un comentario